En el campo de golf público del monte Castrove, entre los hoyos 2 y 3, hay un monolito, tapado con unas plantas ornamentales, al que muchos socios llaman cariñosamente y de forma oficiosa "el dedo de Falín". Le apodan así como recuerdo al día en el que Rafael Sáenz-Díez Malvar, Falín, señaló con el dedo esa zona como la idónea para hacer un campo de golf. La mayoría de los que le vieron hacer ese gesto pensaron que era un iluso por imaginar que en aquellos terrenos, a muchos metros de altura y en pleno monte, podían convertirse en un campo de golf. Pero, a principios del siglo XXI y después de que Falín demostrase que su tesón no conocía límites, el proyecto salió adelante. Esa anécdota basta para comprender el luto que sienten ahora los amantes del golf y muchos pontevedreses tras fallecer Falín, cuya luz apagó el cáncer a los 62 años de edad.
Falín, hijo de Falín padre y de Marinela, era el líder nato de su gran familia, formada por ocho hermanos y muy conocida en Pontevedra. Dicen quienes trataban y querían que él siempre fue un espíritu inquieto y emprendedor, incapaz de quedarse parado aunque a veces viniesen mal dadas. Su labor profesional estuvo relacionada con la gestión inmobiliaria. Y, un día, decidió también poner sus ojos como gestor en el golf, un deporte que había mamado desde niño porque sus padres lo practicaban. Se puso manos a la obra para tratar de sacar adelante el campo de fútbol público del monte Castrove. Y, no sin lidiar muchas batallas de por medio, logró ponerlo en marcha y que más de 1.500 aficionados apostasen por unirse a la iniciativa.Luchó también por hacer un campo de golf en el Siradella (O Grove), pero en este caso se topó con escollos imposibles. Y miró luego más lejos. Así, en los últimos años fue una pieza clave para que una constructora pontevedresa pudiese levantar un campo de golf en la isla canaria de Fuerteventura.
Rafa, al que todo el mundo llamaba Falín, vivía a caballo entre Pontevedra y la isla de A Toxa, un enclave fetiche para su familia, que fue de las primeras en apostar por este lugar para veranear. Hombre terco y perseverante, estaba especialmente orgulloso de cómo reaccionó su familia cuando un incendio devoró la casa que tenían en la isla grovense. Así, vendieron una vivienda que poseían en Pontevedra con la condición de poder quedarse con las piedras de la misma. Y, una a una, las desmontaron y las llevaron hasta A Toxa, donde con ellas construyeron de nuevo una casa.
Padre de dos hijos, Rafael y Soraya, hacía ya un tiempo que Falín estaba enfermo. Ayer, domingo, falleció en Pontevedra con solo 62 años de edad. Hoy será incinerado y, por la tarde, a las 20.00 horas, tendrá lugar su funeral en la basílica de Santa María.
Fuente: La Voz de Galicia.