Ecobioball es una bola de golf ecológica de un solo
uso (no concebida para su empleo en un campo de golf de hierba) que
«se deshace en el agua a las 36 horas» debido a un proceso de «biodegradación»
que libera el núcleo, «una bola de sebo para peces», explica Albert
Buscató, el ingeniero técnico agrícola que ideó estas pelotas.
Tras el éxito obtenido con este invento revolucionario en el
sector del golf, Albus Golf, la empresa creada por el ingeniero catalán y con
sede en Barcelona, quiere centrarse ahora en la distribución de estas bolas en
Estados Unidos.
«La estrategia en Estados Unidos se aleja de todo lo
conocido. Vamos a abrir un centro logístico en Miami para la distribución»
de estas bolas de golf, ideadas para practicar este deporte en entornos
marinos, detalló el empresario e inventor en una entrevista en esta ciudad de
Florida.
De hecho, son varios los complejos hoteleros de los
cayos de Florida, en el extremo sur del estado, que ya han mostrado su
interés por estas pelotas no contaminantes. Con la mira puesta en el mercado
estadounidense, donde hay una gran afición a la práctica del golf, Buscató se
plantea hasta abrir en este país una planta de fabricación en un futuro
próximo, aunque de momento se conforma con «tener un acceso mucho más
importante al mercado».
El precio por unidad es de 82 céntimos de euro,
aunque las bolas se venden en cajas que contienen un centenar de ellas, lo que
supondrá en el mercado estadounidense un coste de
unos 105 dólares por caja. El
empresario no esconde que, dada la naturaleza de los materiales empleados para
su fabricación, tanto en la cubierta, hecha a base de biopolímeros, como en el
núcleo, estas pelotas no pueden alcanzar las distancias tan largas que
buscan los expertos en sus golpes.
Sin embargo, el objetivo es exclusivamente que se pueda
practicar el golf en playas privadas, cruceros, yates y complejos hoteleros
próximos al mar, de manera que las bolas se arrojen al agua y se
«deshagan como un terrón de azúcar».
Este emprendedor, como él mismo se considera, se siente
especialmente orgulloso de «estar presente ya en 25 países con un producto que
tiene tres ecocertificaciones» que avalan que se trata de un producto «no
tóxico para los peces».
Buscató, de 44 años, destaca la importancia de preservar el
ecosistema, lo que incluye la concienciación de que las miles y miles de pelotas
de golf que se arrojan al mar son contaminantes y tardan «entre quinientos y
mil años para biodegradarse».