Tiene 22 años y las ideas muy claras. Carlota Ciganda
(Navarra, 1990) no duda cuando habla ni tampoco cuando juega. En su primer año en el circuito europeo ha sido la número uno,
un hito solo logrado antes por la inglesa Laura Davies. Tras el éxito,
esta golfista enraizada en su tierra tiene ganas de volver a casa, aparcar los
palos y jugar al pádel.
Pregunta. ¿Se ha sorprendido a sí misma?
Respuesta. No tenía muchas expectativas porque
era mi primer año y no sabía cómo era el circuito. Mi objetivo era ganar un
torneo y quedar entre las 10 o 15 primeras. No tenía en mente ser la número
uno. He sido muy constante, siempre arriba. Fácil no ha sido. Hay muy buenas
golfistas y si no juegas bien, te comen.
P. ¿Conoce a Laura Davies?
R. Sí, este año he jugado mucho con ella. He
aprendido mucho. Es un gran talento. Me aconsejó que me divierta jugando.
P. ¿Su punto fuerte?
R. La cabeza. Mantenerme en el presente, saber
que cuando tienes un mes malo no pasa nada porque esto es muy largo. El golf te
puede frustrar mucho. Yo confío en mí porque trabajo, en mi entrenador [Rogelio
Etxeberria] y en mi gente.
P. ¿Eso se entrena?
R. Nunca he tenido psicólogo. Mi padre siempre
ha sido muy bueno en recordarme que disfrute. Cuando estuve
en Estados Unidos pasé tres años con dos entrenadoras que mentalmente
me ayudaron mucho: la estrategia en el campo, cómo actuar...
P. ¿Tan psicológico es el golf?
R. El golf es estar muy centrado. Durante cuatro
o cinco horas se te puede ir la cabeza en cualquier momento y luego es muy
difícil recuperar. Cuando juego, pienso en el momento. Juego porque me lo paso
bien. Eso es lo mejor que tengo.
P. ¿Qué debe mejorar?
R. El juego corto, el putt y el approach.
Si lo mejoro, podría estar más arriba y jugar en Estados Unidos. Me fijo en Rory
McIlroy, Sergio García y Azahara Muñoz. Pero no intento copiarles
nada, sino adaptar cosas. Cada uno tiene su swing. Es único y no
hay que cambiarlo demasiado.
P. ¿Qué aprendió de Olazábal?
R. Este año no estaba pateando muy bien, me dijo
un par de cosillas y mejoré. Solemos jugar.
P. Pasó tres años en Arizona, desde los 18 a los
21. ¿Qué aprendió en Estados Unidos?
R. Aprendí muchísimo de la vida y del golf. Las
entrenadoras nos motivaban mucho, aprendí a vivir fuera de casa… Para quien
quiera hacer deporte de alto nivel y estudiar a la vez, es la mejor opción.
Estudié Sociología, pero no terminé. Al final ya no pude. Quería jugar. Y ahora
lo he dejado. Solo golf.
Uso el coche de mis padres. No
por ganar me voy a comprar otro. Mi familia no cambia
P. ¿En España no se puede compaginar universidad
y deporte profesional?
R. Aquí es más difícil. En Estados Unidos tienes
salida universitaria y compites con gente de nivel, está mejor montado. En
España juegas pocos torneos y con gente más pequeña.
P. ¿Sus planes de futuro?
R. El año que viene jugaré en Europa y algún
torneo en Estados Unidos, pero con calma. Aquí estoy bien, en casa. Me gusta
mucho la vida que llevo. No tengo prisa por ir a Estados Unidos. Yo me quedo
con lo mío, con Ulzama, con Rogelio. Nunca he tenido prisa. He intentado hacer
siempre lo que he sentido: jugar en España, ir a Estados Unidos, ser
profesional... Si haces lo que sientes, no te equivocas. Es tu vida y eres tú.
La gente puede hablar mucho, pero al final eres tú. Nadie me ha presionado.
P. ¿Por qué eligió jugar primero el circuito
europeo?
R. Porque soy muy familiar, muy de casa. Lo paso
muy bien en Pamplona, allí tengo mis amigos, me gusta jugar al pádel… y para el swing,
para mi golf, necesitaba estar con mi entrenador, volver a coger confianza… En
Estados Unidos la perdí un poco.
P. ¿Por qué?
R. Porque el golf es un deporte en el que
pierdes la confianza de manera muy fácil. Si tienes un entrenador y no lo
puedes ver… hay más entrenadores, pero yo confío en él y nadie me ha visto tan
bien. Estar sin Rogelio tantos meses me llevó a perder la confianza. El golf te
puede comer, te puede destruir mental y físicamente. Hay que rodearse de la
gente en quien confías.
P. Rogelio es un entrenador clásico. ¿Qué
diferencias hay con los métodos americanos?
R. Con Rogelio estoy desde que empecé, desde los
cinco años. Me ha enseñado todo lo que es el golf. A mí me gusta lo simple, no
complicarme. En Estados Unidos te miran con cámaras, con vídeos, buscan el swing perfecto.
Yo soy más de sensaciones, de no comerme la cabeza. Rogelio es un hombre mayor.
Tiene 71 años. Si le das una cámara te la tira a la cara… El vídeo es bueno,
pero te puedes volver loca viéndote defectos. Quieres hacerlo igual que Tiger
Woods y es imposible.
P. ¿Puede llegar el golf a ser una obsesión?
R. Sí, te puede agobiar. Puedes entrenarte mucho
y que no te salgan las cosas, entrenarte más y que te salgan peor… Te
cuestionar si vale la pena seguir jugando o no. No es un deporte fácil. Estás
solo jugando, no te puedes apoyar en nadie. Si estás en una racha mala y no
pasas cortes, el golf puede ser muy duro. Hay que estar preparado para lo malo.
Si estás arriba es fácil. Los grandes jugadores se ven cuando están abajo.
P. ¿De qué le ha servido tener un tío que fue
futbolista, Cuco?
R. Para animarme a trabajar más. Nos llevamos
muy bien. El fútbol me gusta. Soy de Osasuna y del Athletic. Intento ir al
Reyno y a San Mamés.
P. ¿Qué capricho se dará?
R. Una cena con mis amigos. No soy mucho de
comprar cosas. Uso el coche de mis padres. No por ganar un torneo me voy a
comprar uno nuevo. Mi padre trabaja en la fábrica de La vaca que ríe,
de director, y mi madre es enfermera en el centro de salud donde vivimos. Mi
hermano ha hecho Empresariales y trabaja en una consultoría. Mi familia no
cambia. He jugado bien pero la vida sigue.
P. ¿A quién admira?
R. Me gusta mucho Nadal. Cómo juega y cómo está
dentro y fuera de la pista, cómo compite y el respeto que tiene a los demás
jugadores, lo humilde que es. Sabe lo que quiere y no cambia.
Fuente: El País