EL ESTADOUNIDENSE ES EL PRIMER LÍDER EN QATAR
- Firma 67 golpes en su primera vuelta del año
- "Lo peor es la arena que mascas: hubiera sido menos nocivo tener un cigarro en la boca toda la vuelta"
Dice un veterano del negocio, que el personal se equivoca
cuando piensa que John Daly no ha ganado nada en el juego. Que él mismo lo
cuenta. "Te llega y te dice: la gente está equivocada. Yo he ganado mucho
dinero con el juego: 39 millones de dólares. Lo que pasa es que he perdido
52". El chisme sirve para radiografiar al personaje. Daly es un tipo de
excesos.
La tienda del Doha Golf Club, el único campo de golf que hay
en estos momentos en Qatar, está plagada de sus ropas histriónicas. Esta semana
ofertaban que el comprador de una de esas prendas tendría la oportunidad de
hacerse una foto con el doble ganador de grandes -PGA 1991 y British Open 1996-
el jueves. Y, casualmente, aquel entusiasta que compró esos pantalones con
rayas fucsias o amarillo limón tuvo ocasión de retratarse con el líder del
Commercial Bank Qatar Masters.
A Daly, 45 años, pantalones de damero rojos y negros, se le
ha dado por enterrado en un sinfín de ocasiones. Sus escándalos han sido
sonoros. El último, cuando en el PGA de Australia, en noviembre, envió las
siete bolas que tenía al lago y se retiró, lo que le costó una multa y que el
torneo no vuelva invitarle. Ya no tiene caché para jugar en el PGA Tour, lo que
le ha llevado a jugar más tiempo en Europa, donde los torneos aún hacen caso a
un palmáres labrado en sus días de gloria.
El último estertor de su talento lo soltó en la jornada
iniciática de Qatar, marcada por un viento huracanado que creo una espesa
película de arena en la atmósfera. Situación extrema, sólo para valientes o
inconscientes. O las dos cosas como Daly. "Llevaba cinco semanas y media
sin tocar los palos y ha sido brutal", dijo tras su 67. "¿El día?
Salvaje, parece que estás comiendo arena. El pelo, los ojos... llenos de
tierra. Necesito un baño y una ducha".
El estadounidense rememoró los viejos tiempos del British
que ganó en St. Andrews en 1995, "fueron cuatro días de un viento
terrorífico", recordaba. "Aquí lo duro es la arena. Hubiera sido
menos nocivo para mí tener un cigarro en la boca toda la vuelta".
Fuente: Marca.com