Keegan Bradley |
Era el primer torneo del Grand Slam que jugaba y la era moderna sólo registra un precedente: el Open Británico de Ben Curtis en 2003
Keegan Bradley, 25 años, rescató al golf estadounidense, que languidecía en la peor secuencia de su historia, después de una racha de seis grandes sin victorias.
Batió en el desempate del PGA a Jason Dufner, protagonista de uno de los episodios más nefastos de los desenlaces del Grand Slam. A falta de tres hoyos, sacaba cinco golpes a Bradley, que a su vez encarnó la recuperación más fabulosa que se recuerda.
Batió en el desempate del PGA a Jason Dufner, protagonista de uno de los episodios más nefastos de los desenlaces del Grand Slam. A falta de tres hoyos, sacaba cinco golpes a Bradley, que a su vez encarnó la recuperación más fabulosa que se recuerda.
En esa mezcla de drama y heroicidad, derrota y victoria, Dufner asumió un papel cruel. Como Greg Norman en el Masters de 1996 o Van de Velde en el British de 1999. De rictus hierático, el golfista que aprendió a jugar a los 15 años sigue con un palmarés vacío. No era ése el desenlace previsto cuando puso la bolsa en la salida del hoyo 15.
En ese tee en alto, el panorama era más que airoso. Desde lontananza, Dufner pudo ver como Bradley, que había estado coqueteando con el liderato casi todo el día, acababa de mandar la bola al agua y despachaba ese par 3 con un triple bogey. Se quedaba a cinco golpes. Además, el sueco Robert Karlsson, el que más le hostigó, había enlazado dos bogeys que lo apartaron.
Entonces comenzó la hemorragia de Dufner. La mandó al agua y lo pagó con bogey, el mismo resultado en los dos tramos siguientes. Por delante, Bradley enchufaba dos birdies que fueron pura epinefrina para su suerte. En tres tramos, los cinco golpes habían quedado enjugados. El desempate, de una intensidad fantástica, dio la victoria al joven, que jugó esos tres hoyos en uno bajo par, mientras Dufner fallaba.
Hay jugadores que se pasan la vida buscando un grande y no lo abrazan. Montgomerie y sus 72 intentos son referencia, como los 54 de Westwood o los 50 de Sergio. Bradley lo hizo a la primera.
Sólo Ben Curtis, en el Open Británico de 2003, había interpretado algo similar en la era moderna. La siguiente referencia data de 1913 con Francis Ouimet en el USOpen que ganó cuando aún era caddie. Son los tiempos desatados que vive el golf desde que el imperio Tiger se ha venido abajo. Cualquier golfista entre los primeros 120 del mundo puede ganar un Major. Dufner era el 80; Keegan, el 108. Como no hay gobierno, los últimos siete ganadores de grandes son tipos nuevos. Nunca el golf en la era moderna ha conocido una racha así. Observando que en la lista de espera aún quedan talentos como Westwood, Donald, Jason Day o Sergio en el dique seco, no sería extraño ver que la secuencia continúe.
Así, Bradley, un golfista interesante por su edad y por el valor de sus victorias —en su año de rookie ha ganado el Byron Nelson y elPGA—, se convierte en un producto a explotar en el mercado estadounidense, aunque los ortodoxos refunfuñen: por primera vez un golfista con el putter escoba, el largo, gana un grande. Un elemento a prohibir según algunas voces.
Sergio García, mientras tanto, se dejó también en el agua la posibilidad del top 10, lo que había conseguido en el US Open y el British. Al hoyo 18 llegó con tres golpes bajo par, luego de una brillante jornada en la que se lió en el hoyo 12, un par 5 al que sacaron eagle, entre otros, Karlsson, Keegan y Verplank. El español lo pagó con un bogey, el mismo peaje que tuvo que firmar por sus dos bolas al lago en el tramo final. Pablo Larrazábal se llevó como premio la mejor vuelta del día, 66.
Fuente: Marca.