Dicen que en los pequeños gestos es fácil encontrar ecos de grandeza. Y el del Laredo Club de Golf fue un detalle de esos que merecen ser resaltados. La pérdida del gran Severiano Ballesteros nos ha dejado huérfanos de un hombre irrepetible. Y a los entusiastas de ese deporte al que revolucionó les ha privado de un ídolo irremplazable. Por eso el pasado lunes tomaron los palos y pusieron rumbo a La Atalaya.
Fuente: Elite Golf